Cuando todo pasa en el mismo lugar.
- Mariana Castañeda
- 14 abr 2021
- 4 Min. de lectura
Salgo a entregarle un paquete a mi papá, como hace frío me pongo calcetines y tenis porque eso de usar tenis sin calcetines ya no se me da.
Regreso a abrir mi computadora y a continuar con el plan de esta semana que preparé la semana anterior, pero lo que debía de iniciar en lunes para mí inicia hoy en miércoles a las 8 de la noche.
Abro mi computadora y la observo, estas últimas semanas ha sido mi compañera por 8 o 9 horas al día, compañera de cuarto, resguardadora de mis proyectos y de todos mis relatos, y la causante de mi frustración cada vez que se apaga porque sí y otras veces también. Un poco cansada por su luz intensa que no le puedo disminuir porque ya no le funciona ese indispensable mecanismo para hacerlo porque otra cosa le hace falta y eso que le falta ya no se le puede poner, siendo esto el causante de que yo use lentes y de que mi familia me vea rara cuando los uso. Pero aún así la quiero y la valoro hoy más que nunca.
Me acomodo para comenzar con los asuntos de rutina, me dirijo a las páginas donde busco trabajo y mando correos casi todos los días durante los últimos dos años; me quedo pensando en cuanto me gustaría ponerme al día en alguno de mis blogs favoritos que leía cada semana, o en cuanto me gustaría abrir un libro de esos que están detrás de mí en el librero, o comenzar a escribir por dos o tres horas hasta quedarme vacía de ideas y pensamientos, e irme a dormir. A veces se comete ese error con uno mismo, dejarse de lado cuando pospones aquello que disfrutas hacer.
Pensando en eso y sin mucho que discutir, cancelé todo plan de trabajar y me dispuse a ponerme al tanto conmigo misma. Ya que mi lugar de trabajo y mi lugar de disfrute hoy es el mismo, me pongo cómoda para decirme que esta vez no necesito estar tan derecha, ni necesito acercarme todo al escritorio para evitar distracciones. De pronto comienzo a sentir que algo me sobraba, y logro identificarlo casi de inmediato: los calcetines y los tenis.
Estas últimas dos semanas he andado descalza en mi cuarto mientras trabajo en la computadora y hasta ahora lo noté, no uso zapatos a menos que sea necesario y de alguna forma estar en mi computadora ya no hace juego con traer mis pies cubiertos. Uno se hace de sus formas para concentrarse y más ahora cuando se trata de disfrutar, menos siempre será más.
A veces quisiera perderme en las cosas que me dan placer, nada que no haya deseado ya la humanidad entera, pero me pregunto ¿Cómo sería una vida en la que no necesites saber qué hora es?
Hoy entregué un proyecto que tuve en mente por lo menos durante los últimos dos años. Hace apenas tres semanas me estaba decidiendo a materializarlo y a apostar por él. Ayer que lo estaba terminando me percaté que llevaba 5 horas trabajando, eran las 3 de la mañana cuando mi mamá me pescó en la cocina tomando agua, no me dijo nada y se metió a su cuarto a seguir durmiendo. Por la mañana me preguntó que qué hacía en calzones de noche por toda la casa. -Trabajando- le contesté, -y no andaba por toda la casa-, le aclaré. Aunque me quedé pensando que es posible que en algún momento anduve de aquí para allá en calzones porque seguramente en algún momento de la noche decidí que mis pantalones también me sobraban. Así soy cuando me concentro mucho en algo y cuando estoy en mi casa por supuesto, y bueno, cuando tienes un deadline al siguiente día, la adrenalina se hace presente también.
Algunas personas me han reclamado y muchas otras han guardado silencio cuando no contesto o no me aparezco mientras trabajo en lo mío. Mamá me dijo una vez que ya me había cachado esa peculiar conducta, y me lo hizo notar en tono de reclamo - ¡Te pierdes en tus cosas y no volteas a ver nada más!, -igualita que tu madre- agregó. Yo me le quedé viendo por si con sus ojos intentaba confesarme que tenía yo otra mamá, pero no, sí se refería a ella.
Sé que perderse mucho en uno mismo hace que te pierdas también de los otros y de la vida que yace ahí, en las cosas que te dicen y en los mundos que viven. Pero no me juzgo esta vez, porque, aunque no siempre sé lo que estoy haciendo, sí sé lo que quiero y lo que hago aquí.
Nunca pensé que fuera yo a hacer de este rincón de mi cuarto y de mi computador, un punto de partida para lo que busco crear y al mismo tiempo mi lugar seguro y el que me da placer.
No dejo de añorar la vida de afuera, sus calles y sus lugares que siempre me dan eso con lo que vengo a crear aquí, pero ¡Qué le vamos a hacer! Por hoy me despido, ya hice una parada por aquí y si me disculpan voy a seguir.

Photo by Cloris Ying on Unsplash
Comments