top of page

En el mejor lado del cuarto.

Cambié los muebles de mi cuarto, la razón y el culpable: mi nuevo escritorio.

Cuando pensé en comprarlo ya había visualizado dónde lo iba a poner, frente a la cama donde está la tele y las bolsas y mis libros, y tantas cosas que solo dios y mi yo del pasado saben qué tanto guardo ahí.


Nunca me pregunté dónde iba a poner todo eso, eso era lo de menos. Lo importante era conseguir ese escritorio que tanto anhelaba.


Tardé dos meses en tenerlo, pero ya lo deseaba desde que regresé a vivir a este cuarto donde pasé mi infancia jugando a que tenía mi propia oficina y un gran escritorio. Sí, los sueños se cumplen, pero no siempre se tiene el espacio para ellos, ese, hay que hacerlo.


Un jueves a las 8 de la mañana antes de comenzar a trabajar, lo moví todo, y cuando lo movía todo se movía todo en mí. Nada como saber qué carajos tienes hasta que lo quitas de donde siempre ha estado, llámese cosas, llámese sentimientos, llámese todo.


El resultado no fue el esperado. La luz que recibía junto a la ventana en el antiguo y diminuto escritorio en el que trabajaba antes, ya no la tenía ahora, porque solo ese pequeño escritorio cabía en ese pedazo de ventana donde da el sol, y ahora que tengo un escritorio donde me cabe mi computadora, una lámpara, un lapicero, mi bocina, mis lentes, libretas y hojas sueltas, mi copa de vino, (por supuesto) y hasta mis problemas, no tengo la luz que antes tenía, y la luz natural, señoras y señores, lo es todo para mí.


Mamá pasó a verlo y me dijo que por qué no lo ponía en el lugar donde está mi cama y la cama cambiarla hacia ese lado oscuro, "ahí le cae más la luz de día", me dijo. Y en automático, pasaron ante mí las imágenes de todas mis mañanas amaneciendo con la luz del sol en mis piernas y a veces en mi cara, dependiendo la hora y las desveladas. Y es que si algo me hace feliz en las mañanas, son esos rayos de sol, y en ningún momento estaba contemplado ceder ese espacio de mi cuarto, mucho menos para dejárselo a un escritorio que me vino a desacomodar todo.


“Es que ahora me estorba todo” dije con capricho "ya no quiero este, ni ese, ni eso". Me refería a mi tocador, a mi librero y a la tele, o sea, que sumando y restando quería quedarme con mi cama y mi escritorio, el closet no lo puedo mover, si no seguro también lo hubiera apuntado en la lista negra.


¿Cuándo metí tanta cosa y cómo le hago ahora para deshacerme de todo? ¿Cuándo pasé a solo necesitar una cama y un escritorio en mi vida? ¿será que he crecido? o será que me he vuelto como el resto de la gente grande, con manías, caprichos y necedades.


Después de pensarlo dos horas me di la oportunidad de probar la sugerencia de mi madre, de cederle a la pared y al escritorio la mejor luz de este cuarto. Cuando terminé ya era de noche y no había otra cosa qué hacer más que dormir, hasta ese momento me pregunté si podría lograrlo y si valdría la pena sacrificar mi sueño por la luz del día.

Me dispuse a hacerlo, era como estar en otro lado del mundo, tal como se siente dormirse del otro lado de la cama. De pronto llegaron los recuerdos, la última vez que había dormido de ese lado del cuarto tenía como 19 años, mi cama estaba ahí y ese año empezaba una carrera que dejé 6 meses después, aquel año se convirtió en uno de esos que nunca me gustó recordar. Haber hecho de ese lado un lugar inhabitable para vivir, había sido también mi forma de alejarme de los malos recuerdos. ¡Ay! los muebles, su orden y sus historias.


Para mi sorpresa dormí bien, ya veremos las demás noches, le dije a mi nuevo acomodo, mientras me imaginaba mi nueva rutina; la realidad es que me cambió todo, desde el lugar donde meditaba hasta donde solía dejar las cosas que no tienen lugar.


Aún no comienza la semana, pero presiento que tendrá cierto caos, por mucho que haya dejado todo arreglado, y que durará lo que me tarde en acostumbrarme a este nuevo orden.


Ojalá todos los cambios fueran así, que se tomaran con esa convicción y responsabilidad, en fin de semana y con la paciencia y aceptación de que no importa cuánto te desordenen la vida, estás dispuesta a vivirlo.


Mandé a hacer un escritorio con una medida justa, que se desarma fácilmente para transportarse, que en un futuro puede ser también una mesa, o un buen mueble de oficina, creo que lo mandé a hacer así porque en el fondo así quiero sentirme yo, más flexible, versátil, con más espacio, lista para moverme si es necesario, para tomar el mejor lugar posible o para sanar esos lugares que algún día dolieron mucho, ¡claro! siempre y cuando los rayos del sol estén de mi lado, eso no está en discusión.



 
 
 

Comments


ACTRIZ MARIAN CASTAÑEDA

  • Instagram

©2020 por Entre boyas y osadías. Creada con Wix.com

bottom of page