Los cambios que indican vivir.
- Mariana Castañeda
- 12 may 2021
- 5 Min. de lectura
Tenía dos años que no iba al doctor, a pesar de que desde hace mucho tiempo valoro mi salud y suelo ser cuidadosa en ello, había pospuesto esos chequeos que me hacía cada año, y como suele pasar, terminé yendo hasta que presenté síntomas de que algo pudiera no estar del todo bien.
Fui por mis resultados de los estudios que me hice y todo parece estar normal y sin mayor complicación. Sin embargo, mi doctora agregó que por los síntomas que presenté todo indicaba que pudiera tener mi sistema inmunológico bajo, resultante de un conjunto de cosas que pudiera estar viviendo o haciendo, y agregó un dato más, -subiste 4 kilos-. me dijo.
Cabe mencionar que me lo dijo con ojos saltones y regañones que indicaban una clara advertencia de que no se trataba de nada bueno.
Yo asentí con la cabeza en automático, pues tiene un par de meses más o menos que no me sentía en mi peso, pero la verdad eso no había llamado mi atención hasta ahora, y para ser sincera, desconocía cuánto pesaba porque desde hace años decidí dejar de pesarme por salud mental y también porque es verdad que el peso únicamente como número no dice nada, a menos que se desglose los porcentajes de cada cosa. Pero eso no era tema para esta consulta y debido a la mirada que había recibido de la doctora, esperé un interrogatorio de lo que pudiera estar subiendo de peso para corregirlo, pero nada de eso sucedió. Sólo me entregó una receta de las vitaminas que tengo que comenzar a tomar y me dijo que esperaba verme en un año.
No les voy a mentir, para mí lo más importante era saber que me encontrara bien, pero saber el dato de mi peso me causó una incomodidad que hace mucho tiempo no experimentaba.
-Bueno, son 4 kilos en dos años-, me dije saliendo del consultorio, tomando en cuenta que hace dos años que ella no me pesaba y que en todo este tiempo pude haber bajado y subido varias veces. Además acababa de comer cuando me pesó...
- No es tan malo- en un par de meses los bajo. – concluí.
Pero de pronto sentí mi respiración cortada, mi pecho entumido y la sensación de tener algo que me obstruía en la garganta.
Y es que todos tenemos un pasado y mi pasado estuvo lleno de estas sensaciones, desde mi adolescencia hasta alrededor de los 24 años.
Yo tuve un desorden alimenticio del que poco he hablado porque no tiene mucho que me enteré que lo tenía, (tema importante para tocarlo a detalle en otra ocasión). Pero después de llevar un estilo de vida en donde todo lo controlaba, no fue hasta que un buen día me encontré con los recursos indicados y las personas y herramientas indicadas para dejar de hacer dietas y de someterme a regímenes alimenticios estrictos, en donde no solamente dañaba mi salud sino mi autoestima, y donde comencé a sanar mi relación con la comida y con mi cuerpo por supuesto.
Aunque ha sido un largo y no muy sencillo camino de recuperación, no son cosas de las que te gradúas una sola vez, es una práctica constante, y para todo aquel que haya tenido un desorden alimenticio sabrá que la relación con la comida no es tan sencilla de corregir, porque es algo con lo que no te puedes desapegar ni dejar de hacer. Comer es algo que tienes que hacer todos los días de tu vida.
Así que dado a mi historial también sabía que ya había pasado por peores momentos que este y que no haría de esto un drama del cual pudiera echar a perder mi día o mi semana o mi año, o todo el trabajo que me ha costado construir una identidad fuera de mi peso, de cómo me alimento o cómo luce mi cuerpo, de lo que me costó aprender que lo que peso no define lo que soy.
Sin embargo, repito, la sensación persistía y en mi cabeza intentaba mejorar la situación de mil formas. Quizás hubiera sido distinto si de parte de mi doctora no hubiera recibido aquella mirada acusadora, o si le hubiera interesado investigar de dónde venía aquel cambio que al parecer no era bueno. Le hubiera dicho que hace dos meses que no he comido a mis horas, que tiene tiempo que no me hago mis abundantes ensaladas porque mi rutina se ha modificado, porque no he dormido muy bien, porque no he hecho ejercicio con tanta frecuencia como antes, porque mis emociones fluctúan por no sentirme estable en muchos aspectos. Después recordé que eso fue apenas estos dos últimos meses, que de hecho llevo un año haciendo ejercicio todas las semanas, que tuve un par de borracheras en las que morí de risa y muchas comidas deliciosas con deliciosos pasteles de los cumpleaños en los que festejé la vida de mis seres queridos. Que me he adaptado infinidad de veces a infinidad de cambios repentinos y bruscos pero que a pesar de todo sigo y estoy al pendiente de mi salud. Y le habría dicho que no pasa nada, que solo he vivido con todo lo bueno y con todo lo malo que implica vivir, y que sí, mi cuerpo es sabio, mi cuerpo no está hecho para hacerme sentir mal ni para arruinar mis planes, al contrario, ha hecho lo mejor que ha podido con lo que le he dado y a como he vivido.
Sé que hay números que dicen cosas concretas, que alertan y que salvan vidas, pero hay otros que solo indican que ha habido cambios, cambios que son parte de vivir.
Es importante recordar que no somos máquinas que deben de permanecer igual, que no todos los años somos iguales, ni tenemos por qué vernos y pesar los mismos kilos que hace 10 o 15 años solo porque alguna vez estuvimos así.
La vida también nos pasa y nos pasa a todos. Sé que es complicado adaptar la mente a lo que vivimos ahora, sobre todo cuando perdiste algo que tenías, o cuando estas intentando encontrar o conseguir algo que aún no tienes, pero que no se nos olvide acompañarnos en cada proceso, en cada etapa y reconocer lo mucho que hemos avanzado.
Yo quise por muchos años alcanzar un ideal de mí misma y me forcé mucho en el proceso de lograrlo, y a veces me duele recordar esos momentos que no disfruté porque no estaba como se suponía tenía que estar. Y ahora que lo pienso, no dista mucho de lo que vuelvo a experimentar en mi presente quizás en otros aspectos de mi vida, y de lo mucho que me gustaría recordar estos momentos con la paz interna de que hice lo mejor que pude sin llevarme a los extremos, al desgaste o al castigo, porque sé que no es necesario.
En un abrir y cerrar de ojos se pasa el tiempo ¿cierto? Que pase, dejemos que pase, pero vivámoslo bien.
Con 4 kilos de más, que estoy segura que son 2 realmente, les vengo a recordar que sigo siendo la misma chica imperfecta que les desea reflexión y compasión en cada etapa de su vida porque sí, solo hay una.
Photo by Melanie Mauer on Unsplash

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