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La fortaleza que buscamos sentir.

Actualizado: 8 sept 2020

Las palabras que escribo no siempre llegan a mí de la misma forma, algunas veces llegan como una brisa refrescante despertando mis pensamientos y emociones, donde la mayoría de las veces van a parar en algún escrito. Otras emergen del silencio cuando leo o dirijo mi atención sobre algo; y hay otras palabras que solo me sacuden con su forma poco sutil de llegar, ni siquiera esperan a ser digeridas, entran como sustancia ajena a mi torrente sanguíneo para mezclarse dentro de mí y cambiarme por un momento o para siempre.


Una amiga me compartió algo que se quedó reflexionando después de leer la última entrada en mi blog titulada ​Mis 30’s, y me dijo que ella se dio cuenta que ya anhelaba cumplir 30 años no para ser “coqueta y prospera” como dice aquella película hollywoodense (​Si tuviera 30)​; sino que ella pensaba que al llegar a esa edad tal vez sería como llegar a sentirse a salvo o quedar excluida de ser víctima de violencia. La razón por la que pensó esto, es porque ella sabe que las mujeres en nuestro país estadísticamente somos más propensas a ser víctimas de violencia desde que eres niña hasta alrededor de los 25 años, justo la edad que tiene ella. Estos datos son una realidad latente en la comunidad en la que vive, y lo es en el resto de la república, no me extraña que de alguna forma se haya colado en esta ocasión y que salga en forma de anhelo, como un deseo de cumpleaños, sentirse a salvo, estar fuera de peligro.

Ser sensible no es precisamente un adjetivo que me encante, sinceramente a veces preferiría no sentir tanto las cosas que pasan. Porque en cuanto leí las palabras de mi amiga me estremecí, el corazón se me hizo pequeño y no tuve que crear esa empatía, sino lo hice de forma inconsciente. Me di cuenta que yo tampoco estoy excluida aún, que esa realidad que construye su verdad, también la comparto. Ahora esos zapatos que antes me tenía que poner para entender a otras mujeres, simplemente sé que nos quedan a todas. Habemos unas más vulnerables que otras, eso también es un hecho, pero la idea de que pasamos de una etapa a otra como pasamos de vivir ciertos riesgos a tener otros sin nunca tener en nuestro porvenir un lugar seguro, es desolador.


Recuerdo la experiencia de otra amiga cuando trabajaba en una obra escénica el año pasado, en donde establecen llamadas en vivo con personas reales del interior de la república, las preguntas iban de lo general a lo particular, una especie de call center para medir la experiencia de ser mexican@ y de vivir en este país. Yo participe en una de esas llamadas y después ella me compartió que había una respuesta constante en las mujeres más o menos de mi edad hacia la siguiente pregunta:


-¿A qué le tienes miedo?- la mayoría respondimos casi lo mismo sin pensarlo mucho:

-A morir, a desaparecer-.


En lo que respecta a mi amiga y a lo que me compartió, me hubiera gustado decirle algo que la tranquilizara a ella y después a mí, y que nos hiciera creer que efectivamente dejar los veintes y llegar a los treintas implica estar expuesta a tener menos riesgos de lo que ella puede vivir ahora, o de los que yo viví, pero eso aún no lo sé y sinceramente suena como decirle a un niño que en la vida es buena y que no le pasará nada cuando no es así.

Le dije lo que pensaba y cerramos el mensaje con un abrazo que nos mandabamos desde la distancia que ahora sentí más fuerte que nunca.


¿Qué tipo de esperanzas se puede regalar hoy en día? ¿Sabernos juntos es suficiente para protegernos, para que eso sea lo que nos salve?


No lo sé aún, pero me hace bien compartirlo por aquí como supongo y espero le haya hecho bien a ella compartírmelo también. A veces y extrañamente abrir nuestros miedos también es una forma de abrir una parte de la fortaleza que hay en nosotros, y que buscamos volver a sentir.



 
 
 

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ACTRIZ MARIAN CASTAÑEDA

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