Érase una vez, mi agencia del trabajo ideal.
- Mariana Castañeda
- 15 mar 2021
- 5 Min. de lectura

Estaba en mi último año de la universidad y en el momento en donde teníamos que determinar, como generación, el proyecto con el que cerraríamos y concluiríamos la carrera. Nos decidimos a trabajar con un director que año después se volvió un gran amigo, era muy joven y su trayectoria ya era bastante interesante. Era un chico que traía un montón de ideas revolucionarias y un montón de referentes y artistas que provocaron un parte aguas en nuestra forma de aprender a hacer teatro. Desde ese momento puedo decir que comencé a pensarme a mí misma como creadora.
Tras experimentar mucho en las clases con él, decidimos que nosotros escribiríamos nuestra obra y hablaríamos de lo que en ese momento nos consternaba personalmente y socialmente de nuestro país, y de lo que nos había hecho adoptar ciertos patrones y pensamientos, que en ese momento formaban parte de nuestras vidas y de lo que queríamos cambiar.
Cada quien tenía un tema y relatábamos qué de ese tema nos había traído aquí y proponíamos una forma de operar nuestros deseos más íntimos en el mundo real o desde lo que nos gustaría modificar; y utilizábamos al teatro como una forma de jugar con esa imaginación. Yo hablé sobre el trabajo y la idea que tenía de el.
Mi pieza comenzaba dando la bienvenida al público a mi agencia creadora del trabajo ideal, en donde yo era la directora, asistente, gerente de ventas, comunicadora, mensajera y mi propia secretaria que servía el café. Después les mostraba unas diapositivas de cómo y en dónde crecí y por qué quería revolucionar esto. Al final en una activación del módulo de mi agencia, como si se tratara de una feria en la que exponía mis servicios, platicaba con todo aquel que se acercara en una especie de dispositivo, muy parecido a los confesionarios de una iglesia, y les pedía que me contaran un secreto y cómo sería su trabajo ideal.

Sin intensión de ventilar lo que me dijeron ese día, muchos jóvenes se acercaron a mi módulo y quiero compartir que muchos de sus ideales tenían que ver con una vida en el campo, fuera de la ciudad; donde su trabajo altamente retribuido fuera acariciar vacas, montar caballos, tener una granja, sembrar, etc. Y otros, donde trabajaran en cualquier parte del mundo, viajando en una combi, y conociendo a personas maravillosas. En fin, aún sigo sonriendo por recordar sus sonrisas y sus ojos cuando me contaban todo lo que querían, a manera de secreto, como si estuviera prohibido pensar y querer algo así.

Y les cuento todo esto porque este mes abrí un nuevo blog en el que pretendo mostrar mi marca personal como creadora digital y promocionar mis servicios, al mismo tiempo que me da la oportunidad de compartir el camino holístico y de mindfulness que no hace mucho comencé a experimentar, a demás de, por supuesto, seguir escribiendo.
Mientras lo creaba, comencé a tomar cursos para aprender a programar, a saber un poco más del marketing digital, contenido y de más. De pronto mis días comenzaron a saturarse, terminaba muy noche y comenzaba muy temprano, hasta que cobré consciencia de que necesitaba organizarme mejor porque no podía con todo y me encontraba agotada.
En uno de los cursos que estaba tomando, hablando sobre la gestión del tiempo, decía que era importante separar actividades de tu proyecto o empresa. Es decir había que definir muy bien los roles y quien estaría a cargo de la dirección, el asistente, encargado de ventas, comunicación y diseñador, pues se tiene que delegar a su cada cual su trabajo; y en ese momento me acordé de mi papel y de cómo comenzaba mi discurso de que aquella obra.
Estaba yo ahora siendo esa persona que se aventuraba a crear el trabajo de sus sueños, y que por poco presupuesto y personal, le tocaba hacer de todo.
Nada nuevo para el mundo del emprendedor. Sin embargo, tras unos meses de no tener ni idea para dónde girar y de pronto ver algo materializado, me llenó de mucha nostalgia, pues de alguna forma esas ideas utópicas en las que trabajaba desde un salón de clases, se estaban volviendo realidad.
En aquella ocasión yo tenía 24 años y mi idea del trabajo tenía que ver con una idea esclavizante y desgastante, en donde no había de otra más que atarse a algo que no te gusta pero te da para vivir y donde tus sueños y lo que quería ser en la vida, se postergaba probablemente hasta la edad en la que ya no podrías hacer mucho y disfrutar de poco.
Al haberme decidido por ser artista, yo cargaba con una culpa ante mi familia, pues a mi parecer, hacía algo que me llenaba de dicha y disfrute cosa que creía ellos no habían tenido la oportunidad de vivir.
Así que el ejercicio de preguntarles a otros sus secretos en la obra, y hacerlos pensar en su trabajo ideal, era una forma de expiar mi culpa y hacer las pases conmigo mísma. Quería crear un mundo donde yo pudiera crear la vida que quería, sin sentir culpa por los que no pudieron hacerlo.

Casi siete años después de aquel día, he aprendido a ver a los demás desde otro lado más compasivo y con menos juicio, así como voy aprendiendo a verme y a tratar mis propios ideales; y entiendo que todo es cuestión de decisiones y que siempre hacemos lo mejor que podemos, con lo que tenemos.
Sobre mi nuevo blog. No sé cuánto dure este proyecto, o hasta dónde llegue con esto, pero me gusta pensar en el presente, en lo que me da hoy y lo que saca de mí y lo que me da día con día, eso que siempre quise ser y hacer. Sí que hay metas y objetivos claros por los que trabajaré, pero también tiene impreso el gozo, el riesgo y la aventura que tanto me gusta mantener en todo lo que hago, y se los quería compartir. A ver cómo nos va, mientras te invito a suscribirte por allá, por si aún no lo has hecho. https://mariancastaneda.blog
Sobre aquella obra. Les comparto algunas de las fotos del día del estreno. Curiosamente con quienes hice esa obra resultaron hoy ser mis mejores amigos, mis compañeros artistas en este viaje y de los que estoy profundamente agradecida por haberlos conocido. Recordar lo que hicieron y de lo que hablaron ese día, me sigue poniendo la piel chinita.
Las fotos son de Diego Rodríguez.

Sobre Entre boyas y osadías. No se preocupen, seguiré escribiendo también por aquí, ahora sí con más constancia. Mi asistente, que me recuerda las fechas (yo misma), ya se está poniendo las pilas.
¿Qué hay de ti, cuál es tu trabajo ideal?
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